The Mastersons, más necesarios que nunca

Texto originalmente publicado en Revista Hyperbole (8 de marzo de 2013)

Descubrí a The Mastersons a través de Radio City Discos, y gracias al sugestivo cartel que anunciaba su concierto en Madrid el pasado mes de noviembre. Unos minutos de escucha, y no hizo falta mucho más. Y es que desde que uno se sumerge en los primeros treinta segundos de su primer álbum, Birds Fly South (New West, 2012), tiene claro que se encuentra ante una de las propuestas del folk-rock norteamericano contemporáneo con más potencial. Eleanor Withmore y Chris Masterson, líderes de The Mastersons, son naturales de Texas, aunque ambos, pareja sentimental en la vida real, residen en el barrio neoyorquino de Brooklyn. Tanto uno como otro forman parte de la formación que acompaña a Steve Earle en sus anhelados directos, y juntos han emprendido este proyecto. A pesar de ampararse en la figura de éste, sus influencias van más allá del country-rock más evidente: el patrocinado por músicos de renombre como el propio Steve Earle, Lucinda Williams o Gram Parsons, de los que también son, en el fondo y en la forma, deudores The Mastersons.

Ir más allá de esas propuestas supone, en este caso, la continua búsqueda de la melodía perfecta, que se inmiscuye en la memoria del oyente cuando éste mira (o no) para otro lado, y difícilmente logra salir de ella. Si exploráramos en el universo de la música popular con raíces yankees de nuestros días, podríamos hallar sonidos y ambientes cercanos a los recreados con llaneza por el dúo tejano.

Se le vienen a uno a la mente canciones del último álbum de estudio de The Decemberists, The King Is Dead (Capitol Records, 2011), como “Down By The Water”, donde las voces, a cargo de Colin Meloy y Gillian Welch, se exhiben tan bien embutidas como las de Eleanor Withmore y Chris Masterson en Birds Fly South. Unas voces, que a pesar de cierto regusto campestre, no pierden su particular brillo y contundencia. Ecos al Ryan Adams de Cold Roses en “One More Word”, al Josh Rouse más refinado -y con nuevo álbum bajo el brazo- de discos como 1972 y Nashville en Money, a dúos chico-chica como Buddy y Julie Miller, autores de temas  -como “Chalk” o “Holding Up The Sky” que no desentonarían en absoluto en esta primera colección de canciones de The Mastersons. Por otro lado, de agradecer es para un servidor, y para otros tantos, el deje power-pop de algunas canciones, especialmente de Money y No Dancing, que disipa toda duda acerca de su aprecio por The Jayhawks y Big Star, o su valoración del legado musical que en las Islas Británicas están dejando, entre otros,  artistas como Nick Lowe o Dave Edmunds. En Madrid, su particular declaración de intenciones tuvo mucho que ver con una versión de Shake Some Action, la mítica canción de Flamin’ Groovies.

Tras un portentoso trabajo vocal, se esconde también una lírica espontánea de aromas posadolescentes, que se desvela en versos como estos: “Our bags are packed and the stage is set / for the great escape”, “But there’s one thing I know that’s true / I’m gonna run away with you”. A  ello hay que agregar una ejecución pulcra y una ornamentación irreprochable, en la que resalta la distinguida labor de Eleanor en el violín, por no hablar de su masterclass de refinadas segundas voces -o como vocalista principal en pequeñas joyas  imprescindibles como son Time o Birds Fly South–  a lo largo del disco.

Al fin y al cabo, historias de vida atemporales en forma de canción que incitan a la melancolía más ecuménica, que algunos tildarán de manida, en las que exponen una visión romántica de un cosmos que cada vez se percibe como menos íntegro.  A nosotros, los que vivimos del recuerdo -o de lo que no vivimos-,  solo nos queda encontrar el momento ideal para degustar con los cinco sentidos unas canciones que aparentan tan poco y esconden tanto. Y eso, a día de hoy, es tarea difícil.

Sonando: Northern Air de Elliott Brood