CHRISTINA ROSENVINGE, Teatro Lara, Madrid, 19 de septiembre

Reseña originalmente publicada en El Mundo de Tulsa (23 de septiembre de 2012)

Christina Rosenvinge artículo

¿Cómo salir airosa de ser la niña rubia posh (y)  hype de la movida madrileña y que tus canciones –de ayer y de hoy- suenen al nivel que lo hicieron el miércoles en el emblemático Teatro Lara? Christina Rosenvinge se presentó en el escenario con dos de sus colaboradores habituales en esta gira de presentación de Un Caso Sin Resolver: Raúl Fernández Refree  a la guitarra y Aurora Aroca de Boat Beam al violonchelo tuvieron mucho que ver también en la continua creación de atmósferas  el sonido envolvente, el minimalismo arcaico e intimista al más puro estilo Fiona Apple o Beth Orthon. En definitiva,  todos fueron participes de ese sonido nostálgico y oscuro repleto de senderos de tinieblas que salió a relucir especialmente en los temas pertenecientes a su etapa más experimental e introspectiva en Estados Unidos, como  con As the winds blows o White hole. Christina se presentó ante su público fiel (y variopinto: desde el oficinista treintañero de traje y corbata recién salido del trabajo hasta el grupo de amigos esnobs siempre a la última que presumen de bigote y camisetas de H&M, pasando por el trasnochado que sueña con Ella todas las noches desde que presenció esto en directo) con un setlist que suponía un breve repaso a las canciones de mayor peso dentro de su  extensa y heterogénea  discografía.

Poco hubo que esperar para que un silencio sepulcral se apoderase del teatro. La luz tenue que se proyectaba sobre el escenario era un elemento -musical o no-  más en La distancia adecuada, tema elegido para abrir el recital. Los coros de Nacho Vegas en el álbum de estudio eran ejecutados esta vez, con un tono menos sugerente y sustancialmente más pop, por Refree. La conexión Rosenvinge-Refree se convirtió en una constante desde que el segundo se colocó al teclado y, con la inestimable aportación de Aurora al violonchelo introduciendo algunas pinceladas de la épica más Fleet Foxes, recuperaron As the winds blows, una canción de Frozen Pool (2001), segundo disco de su trilogía anglosajona, con cuya interpretación trasladaron a un servidor a aquel sorprendente concierto de Jonathan Wilson teloneando a Wilco en el Teatro Circo Price allá por noviembre.

Las canciones y los cambios de intensidad se sucedían y Christina manejaba el ritmo del concierto con escasos altibajos. Una versión a lo Tom Waits de 1000 pedazos y la confirmación de que Christina se siente muy cómoda en el sincretismo de la actitud y la lírica inocente y provocadora. Esa misma actitud ahora acentuada con su voz más canalla daba paso a  Tu por mí, con las manos de Christina deslizándose por la notas del piano con elegancia y distinción. Las estrofas atrevidas y el sonido sucio alcanzaron su máxima expresión con Christina sentada al piano e interpretando Eclipse y Tok Tok. Momentos también de exhibicionismo musical para Refree, buscando los sonidos más ruidosos más allá del mástil con todo tipo de artilugios y recursos. Alta tensión, Mi vida bajo el agua, Tu sombra (con especial mención al parecido con el comienzo del mítico Another brick in the wall de Pink Floyd). En Weekend Christina se desnuda, y se sincera con estrofas que inevitablemente remiten a relaciones tormentosas del pasado (“con el verdadero amor se hacen casas de ladrillo, con esto que hay entre tú y yo sólo salen estribillos, al tocar tierra la lluvia se vuelve barro, lo llaman ruptura pero es desgarro”). Jorge y yo y Canción del eco eran dos éxitos asegurados, y Aurora de Boat Beam aprovechó para desplegar todo su potencial como corista de voces angelicales.

Bis. No había mejor manera para acabar que con ella en solitario susurrando una pequeña joya.  Muertos o algo mejor. La inocencia primero. La nostalgia después.

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